“Escribimos como una necesidad inexpugnable de expresión, como una forma de comprender, de encontrarnos […]”

La escritura de textos creativos suele pasar por el hecho de sentirse unas ganas irreprimibles de poner en selectas palabras los vuelos de la imaginación a partir de la cuidadosa interpretación de experiencias e imaginaciones que marcan la vida de un ser profundamente sensible: el escritor. En términos generales, lo anterior suele ser el motor de arranque de las mejores obras literarias. Las que han dado prestigio universal o local a sus autores porque han escrito obras memorables por su calidad estética y humana.

Escribimos como una necesidad inexpugnable de expresión, como una forma de comprender, de encontrarnos, lo cual supone decodificar algunas claves del mundo y de nosotros mismos. Pero cómo negar que también escribimos para ser leídos, lo cual necesariamente pasa por leernos nosotros mismos en el proceso. En ese sentido, ocurre una operación fascinante y anímicamente provechosa: quien escribe necesariamente se está leyendo; y quien lee lo escrito por otro, reescribe lo ya plasmado en ese texto. Solo que, además, en cuanto a lo que podríamos llamar “el fondo o contenido” de la obra, cada nuevo lector va imaginando, interpretando, conjeturando causas, maneras de ser y consecuencias de la narración (la historia, en la novela y el cuento); pero también ideas y sentimientos (en el ensayo y la poesía, respectivamente).

Si para un artista —y el escritor talentoso sin duda lo es— resulta muy difícil separar arte y vida, para una persona culta es imposible separar escritura y lectura. Sabe, más allá de su educación, que no habría lectura sin escritura previa, y que esta no se salva sola, leída por nadie, aislada en una gaveta, enmoheciendo. Y no se trata de que un texto literario sea un espejo fiel de la vida, sino de que la vida, o algún aspecto señero de su devenir, florezca y sufra sus avatares al interior de un cuento o de una novela o de un poema titilante que muestre y demuestre en la belleza de su semántica que quien los crea en algún momento de su existencia precaria es un ser humano imperfecto que sin embargo aspira con toda su alma a la imposible perfección.

“No solo es el cuento el género literario más cultivado en Panamá, sino que a partir de 1990 ejerce un decidido liderazgo en cuanto a sus cultores”

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